Reflexión 06 de Noviembre 2020

«Al de carácter firme lo guardarás en perfecta paz, porque en ti confía» (Isaías 26. 3)
Hoy estamos frente a un cántico de victoria del pueblo de Israel, expresado por el profeta Isaías, ante la futura obra de Dios en su historia, y como Él los sostendrá y restaurará. Por esto el capítulo comienza, en el verso 1, con la expresión: “En aquel día se entonará esta canción en la tierra de Judá: ‘Tenemos una ciudad fuerte. Como un muro, como un baluarte, Dios ha interpuesto su salvación’” (Isaías 26. 1), expresando la certeza de la protección de Dios, por lo que la ciudad no necesitará “muros de protección” ya que Él es el Guardián y Protector de ella.
Y es en este contexto que el profeta hace mención de aquél, o aquella, que se ha mantenido firme en sus convicciones, confiando en Dios, esperando con esperanza ese momento identificándolo como el de carácter firme.
Y estos, los que de veras confían en Dios, gozan de completa paz; el Dios de Paz, les otorga Su paz, como también lo expresa Pablo en su carta a los Filipenses cuando escribe: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4. 7), corroborando que, a pesar de todas las aflicciones y adversidades que puedan sobrevenirles, ellos las vivirán en calma, firmes y seguros en Dios.
La “firmeza” de éstas personas para enfrentar la contingencia no descansa en recursos humanos, como la posición social, el poder económico, las influencias, la educación, el poder político, la tecnología y la ciencia, etc., sino que en Dios. Cómo lo dijo el salmista, “En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado” (Salmo 4. 8).
¿Acaso no es deseable, precisamente hoy, en éstos días que nos ha tocado vivir, experimentar una paz profunda en nuestro corazón, que nos permita enfrentar la vida diariamente con esperanza, optimismo, gratitud y alegría?
Una de las características de nuestra sociedad es, precisamente, la carencia de una paz profunda en la vida de sus integrantes. Se habla de una cultura violenta, de una sensación de inseguridad, de una incertidumbre que gobierna la vida, relegando a muchos a vivir con temor, con desconfianza, con ansiedad. Nada pareciera seguro, ni siquiera las Instituciones, y como dijo alguna vez un ex Presidente de la República, «no hay en quién confiar». Además, el desastre sanitario producto de la pandemia, se ha encargado de aportar una profunda inestabilidad al mirar hacia el futuro en términos sociales y económicos.
Pero el hombre y la mujer de Dios, no piensan ni sienten lo mismo, pues sus vidas descansan en Él. Confían totalmente en Dios y saben que dependen de Él, y esto trae paz a sus corazones pues les guía, protege y sustenta. El salmista lo escribió así: «El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!» (Salmos 18. 2) ¡Y por eso viven en paz! ¡y por eso enfrentan las crisis con esperanza! ¡Aleluya!
¿Es tu seguridad también? Aquello que proclamas y dices creer, ¿produce en ti paz? Roguemos a nuestro Dios poder vivir con paz en el corazón, sabiendo que somos de Dios y para Dios y Él nos sustenta y protege cada día… ¡Ayúdanos Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.