Reflexión 17 de Agosto 2020

“El Señor tu Dios quitará lo pagano que haya en tu corazón y en el de tus descendientes, para que lo ames con todo tu corazón y con toda tu alma, y así tengas vida” (Deuteronomio 30. 6).

El verso de hoy es parte de las palabras que Dios entregó a su pueblo Israel, por medio de Moisés, ad portas de ingresar a Canaán, la Tierra Prometida. Eran los últimos días del liderazgo de Moisés antes que asumiera, en su reemplazo, Josué.

Si bien es cierto son palabras expresadas a Israel hace más de dos mil años, hasta el día de hoy se encuentran plenamente vigentes, por cuanto expresan el sentir de Dios respecto de su anhelo de establecer una relación significativa y permanente con los suyos.

En lo particular, en el verso de hoy, podemos observar tres aspectos que Dios hace notar a Israel y que también alcanzan nuestra vida.

El primero de ellos es lo que Dios hace de manera directa en el corazón del individuo. Él quita lo pagano que hay en él, es decir, corta y saca aquello que lo divide e impide y dificulta amarle. No es una “negociación” o “gallito” que el hombre, la criatura, pueda hacer con Dios, su Creador; y ésta verdad es difícil entenderla, pero se trata de la obra del Alfarero con el barro. Sin duda que la visión del profeta Jeremías nos puede ayudar a entender esta verdad; miren como está escrito: El Señor le dio otro mensaje a Jeremías: «Baja al taller del alfarero y allí te hablaré». Así que hice lo que me dijo y encontré al alfarero trabajando en el torno; pero la vasija que estaba formando no resultó como él esperaba, así que la aplastó y comenzó de nuevo. Después el Señor me dio este mensaje: «¡Oh, Israel! ¿No puedo hacer contigo lo mismo que hizo el alfarero con el barro? De la misma manera que el barro está en manos del alfarero, así estás en mis manos (Jeremías 18. 1-6). Dios hace la obra en el corazón del hombre, y lo hace sólo por su gracia y misericordia.

El segundo aspecto que encontramos en los versos de hoy, es que la motivación que tiene Dios para transformar el corazón del hombre, es su anhelo de mantener una relación permanente de intimidad con los suyos, una relación de vida, de compromiso, la misma que debe darse en un matrimonio, en una relación de pareja que se ama, se busca y que se considera diariamente. La expresión “para que lo ames con todo tu corazón y con toda tu alma”, quiere reflejar precisamente ese amor de pareja, ese amor que se encuentra en el matrimonio. La verdad que es una “decisión de amar” mostrando en ello actos diarios de amor y no el sentimiento que “va y viene”. Dios quiere relacionarse de esta manera con los suyos. En consecuencia, la relación que Dios demanda no es la de una relación religiosa superficial, donde Él se “solaza” mientras le adoran, y los “adoradores” se esfuerzan por agradarle contemplándolo en un “éxtasis espiritual”, o levantando “altares” para luego olvidarse de Él hasta una nueva oportunidad de otra manifestación religiosa más.

Y el tercer aspecto que es posible apreciar en los versos de hoy, es la consecuencia de ésta relación de amor de Dios con los suyos, la obtención de vida para ellos. Pero no es “longevidad” sino la bendición de Dios en la construcción de vida de sus hijos, como lo desea todo buen padre. Miren lo que Dios le dice a Israel un poco más adelante: “Entonces el Señor tu Dios te prosperará en todo lo que hagas. Te dará muchos hijos, una gran cantidad de animales y hará que tus campos produzcan cosechas abundantes, porque el Señor volverá a deleitarse en ser bondadoso contigo como lo fue con tus antepasados” (Deuteronomio 30. 9). El deleite de Dios es ayudar y prosperar a sus hijos, pero en el contexto de una relación recíproca de fidelidad y amor.

Hermanos y hermanas queridos, roguemos hoy al Señor para que continúe obrando en nuestros corazones, quitando todo lo que nos separa de Él, o aquello que le quita su lugar preeminente en nuestra vida, y podamos experimentar una relación de vida con Él, amándolo genuinamente. Roguemos al Señor que nos ayude a no ser simples “religiosos” dignos de compasión que, por “sentimientos de culpa” o “remordimiento” o “tradición cultural”, participan de ritos religiosos presionados por aparentar ser piadosos, pero sin verdadera vida espiritual. ¡Ayúdanos Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.