Reflexión 18 de Julio 2020

Reflexión del día 18 de julio del 2020

“… Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Filipenses 3. 13b, 14).

En este capítulo 3 de Filipenses, desde donde hoy extraemos los versos de la reflexión, el apóstol Pablo reconoce que todo lo logrado en su vida antes de conocer a Cristo, fue una pérdida para él, y que ahora su verdadera ganancia esta en alcanzar una nueva meta para su vida que se traduce en “conocer a Cristo” (verso 8), “estar unido a Cristo” (verso 9) y “experimentar lo que Cristo experimentó” (verso10).

Sin embargo, Pablo reconoce que no ha alcanzado esta nueva meta, y que para ello debe vivir un “proceso”. Si bien su meta es Cristo, aún no ha logrado esa perfección. Pablo comparte algo muy íntimo a los hermanos de Filipos, y lo hace con mucha humildad. A pesar de su autoridad espiritual, el apóstol reconoce que está en un “proceso”.

Pero sus convicciones no le permiten caer en el conformismo, en la resignación de la carne, en el engaño absurdo de pensar que no se puede, o que está condenado a su condición humana, presa en sus debilidades. De manera clara y precisa les dice: “Más bien, una cosa hago”. Es como si dijera, “Hermanos no me quedo impávido, estático, contemplativo…”, y afirma categóricamente “me esfuerzo por alcanzar lo que está delante”, y reitera “sigo avanzando” usando el vocablo en griego dióko que significa “empujar”, pero con la idea de “poner en movimiento”, o, “avanzo hacia algo concreto”.

En otras palabras, Pablo reconoce que “vivir a Cristo” requiere de un proceso de crecimiento y madurez, requiere de voluntad, actitud, perseverancia y paciencia. Intenciona su vida de manera “activa” y “consciente” hacia su nueva meta, comprendiendo que debe tomar decisiones que le lleven finalmente al logro de ella.

Esta imagen de “seguir avanzando”, de ponerse en marcha, de ponerse en movimiento hacia una meta, de disponerse y trabajar en ese sentido, está presente en varias de las cartas del apóstol. A los hermanos de la ciudad de Corinto les escribió, “¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero sólo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan. Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre. Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire. Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado”. (1 Corintios 9. 24-27)

Para Pablo el correr, el avanzar a la meta, es golpear y someter su cuerpo de modo que éste no sea un impedimento para él a causa de sus malos deseos y apetitos. Está dispuesto a cuidarse, a abstenerse, a disciplinarse, con tal de alcanzar la meta que es Cristo en plenitud, en su vida.

Una vez más, queridos hermanos, Dios nos muestra lo gravitante de nuestras decisiones y actitudes para vivir el evangelio, que no tiene nada que ver con lo meramente contemplativo, o con aquella actitud religiosa de “apariencia” que algunos viven sólo en ciertos lugares y a una hora y en un día determinados. Tiene que ver más bien con el día a día, y con cada opción que tomamos.

El avanzar hacia la madurez cristiana, que no es más que “parecernos” a Cristo cada vez más, está relacionado con lo que cada día “decidimos decir”, “decidimos hacer” y “decidimos pensar”, mostrándolo y evidenciándolo en el quehacer diario en medio de la familia, de los amigos, de los colegas, de los clientes, de los compañeros, en fin, en todo lugar al cual tengamos acceso, para que lo experimenten y lo glorifiquen. ¡Qué privilegio hermanos y hermanas nos ha dado el Señor!

Reflexión del día 18 de julio del 2020

“… Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Filipenses 3. 13b, 14).

En este capítulo 3 de Filipenses, desde donde hoy extraemos los versos de la reflexión, el apóstol Pablo reconoce que todo lo logrado en su vida antes de conocer a Cristo, fue una pérdida para él, y que ahora su verdadera ganancia esta en alcanzar una nueva meta para su vida que se traduce en “conocer a Cristo” (verso 8), “estar unido a Cristo” (verso 9) y “experimentar lo que Cristo experimentó” (verso10).

Sin embargo, Pablo reconoce que no ha alcanzado esta nueva meta, y que para ello debe vivir un “proceso”. Si bien su meta es Cristo, aún no ha logrado esa perfección. Pablo comparte algo muy íntimo a los hermanos de Filipos, y lo hace con mucha humildad. A pesar de su autoridad espiritual, el apóstol reconoce que está en un “proceso”.

Pero sus convicciones no le permiten caer en el conformismo, en la resignación de la carne, en el engaño absurdo de pensar que no se puede, o que está condenado a su condición humana, presa en sus debilidades. De manera clara y precisa les dice: “Más bien, una cosa hago”. Es como si dijera, “Hermanos no me quedo impávido, estático, contemplativo…”, y afirma categóricamente “me esfuerzo por alcanzar lo que está delante”, y reitera “sigo avanzando” usando el vocablo en griego dióko que significa “empujar”, pero con la idea de “poner en movimiento”, o, “avanzo hacia algo concreto”.

En otras palabras, Pablo reconoce que “vivir a Cristo” requiere de un proceso de crecimiento y madurez, requiere de voluntad, actitud, perseverancia y paciencia. Intenciona su vida de manera “activa” y “consciente” hacia su nueva meta, comprendiendo que debe tomar decisiones que le lleven finalmente al logro de ella.

Esta imagen de “seguir avanzando”, de ponerse en marcha, de ponerse en movimiento hacia una meta, de disponerse y trabajar en ese sentido, está presente en varias de las cartas del apóstol. A los hermanos de la ciudad de Corinto les escribió, “¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero sólo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan. Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre. Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire. Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado”. (1 Corintios 9. 24-27)

Para Pablo el correr, el avanzar a la meta, es golpear y someter su cuerpo de modo que éste no sea un impedimento para él a causa de sus malos deseos y apetitos. Está dispuesto a cuidarse, a abstenerse, a disciplinarse, con tal de alcanzar la meta que es Cristo en plenitud, en su vida.

Una vez más, queridos hermanos, Dios nos muestra lo gravitante de nuestras decisiones y actitudes para vivir el evangelio, que no tiene nada que ver con lo meramente contemplativo, o con aquella actitud religiosa de “apariencia” que algunos viven sólo en ciertos lugares y a una hora y en un día determinados. Tiene que ver más bien con el día a día, y con cada opción que tomamos.

Pr. Guillermo Hernández P.